Los argumentos para crear un lugar de trabajo diverso e inclusivo son muy convincentes: mejora la retención de talentos, cumple con las prácticas recomendadas de medio ambiente, entorno social y gobernanza (ESG) e incrementa la rentabilidad.
Al mismo tiempo, cuando los supervisores y gerentes tienen más dificultades para justificar sus roles, aumenta la agresión que puede tomar vertientes de menosprecio y humillación.
La realidad es ésta: las organizaciones no confían en sus empleados. Aflora una inquietud tras la aparición del Covid-19: ¿Cómo controlar a los trabajadores si no pueden verlos?